Hay países hechos para ser mirados. Otros se dirigen al olfato. Y algunos, por fin, se prestan a ser escuchados. A esta última categoría pertenece Noruega, más allá, desde luego, de su innegable poderío visual. Ante todo, el agua. Agua por todas partes y bajo todas sus formas. El casi imperceptible crujido de los glaciares, el estrépito de ríos y cascadas, el goteo paciente de las piedras rezumantes, el chasquido del agua de mar cuando besa las rocas. A estos sonidos sutiles se suma el inesperado tronar de algún alud primaveral, el tintineo de las esquilas y el griterío festivo de las gaviotas en busca de despojos en torno a los pantanales.
Nosotros pensamos que es muy bonito, relajante y alucinante. Tiene que ser relajante porque estas viendo la naturaleza y tiene que ser alucinante porque ver esa roca llena de agua y llena de nubes al rededor tiene que ser impresionante.
Nosotros pensamos que es muy bonito, relajante y alucinante. Tiene que ser relajante porque estas viendo la naturaleza y tiene que ser alucinante porque ver esa roca llena de agua y llena de nubes al rededor tiene que ser impresionante.
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